18 de noviembre de 2007


Valparaíso, Chile

Valparaíso querido.
Caminé en sentido contrario y llegué a la playa San Mateo. Linda, tranquila, playa porteña. "¿Ya pasé el Muelle Barón?", como respuesta obtuve risas.
No fue un quiebre de expectativas, si no una sorpresa agradable en un día que pudo haber sido como muchos, pero no... fue un día entre cerros y paila marina.
Mateo, coincidencia tal vez, marcó mi día. Hombre de lavia; hablaba sin decir nada pero de tal manera que convencía a cualquiera de su ambigua seriedad. "¿Sabes por qué se llaman canutos?" -preguntó Mateo- "porque vienen de Canutó, el dios Canutó". Y así habló y habló, desde Sotomayor al cerro Concepción. Ganó las monedas de mi chauchera por guía turístico camuflado bajo un abrigo roñoso y una barba cochina y larga. Sus ojos azules revelaban que era un capitán de un transatlántico inglés que optó por vivir la vida incierta. Por si las moscas tiene un techito asegurado en el barco-mirador del muelle Prat. Con las monedas quería viajar a Villa Alemana.